lunes, 31 de diciembre de 2012

HACIA AÏN-SALAH

Tademait

La ciudad está en una depresión, en un oasis rodeado de acantilados de piedra, dominando la villa una antigua ciudadela en ruinas de donde tomó su nombre la ciudad.
Fue construida sobre unos peñascos allá por el siglo X, sus alrededores están llenos de fósiles marinos y a su pié se extiende un rico palmeral con más de doscientas mil palmeras datileras, árboles frutales, cereales y legumbres.
No hay mucho que ver aquí, si exceptuamos la pequeña iglesia del padre Foucault, que quizás sea la única del Sahara en un lugar llamado Bel Bachir a unos tres kilómetros de la ciudad.
 Después de dejar El Golea, nos metemos de lleno en la meseta del Tademait, esta hamada con suelo de arcilla se extiende de forma interminable hacia el sur, plana y sin vegetación, nos da la sensación de peligro y de dureza, lo que se podría definir como el vértigo a los grandes espacios salvajes. A 63 kilómetros de la ciudad dejamos a nuestra derecha 
la pista que conduce a Timimún, el firme es terrible, la conducción es muy pesada y todos nos cansamos, aunque Jesús se lleva la peor parte.
Aïn Salah

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