lunes, 20 de febrero de 2017

LHASA



Claudio vino a buscarnos para compartir el taxi para ir al monasterio de Deprung, solo nos buscaba por interés, luego se coló en el monasterio sin pagar, decía que no quería colaborar con el gobierno chino, un jeta, no volvimos a salir con él era un gorrero, que cuando tenía diarrea, nosotros le dábamos agua embotellada porque él no tenía, hasta que nos dimos cuenta que lo que no quería era comprarla, fin de la experiencia con Claudio.
El monasterio de Deprung está a unos cinco kilómetros de Lhasa hacia el oeste, atravesamos la ciudad por la avenida de Beigin, eje principal de la ciudad, pasamos por delante del Potala y junto a unas estatuas doradas que los chinos han colocado en las rotondas con su particular estilo de exaltación comunista, que por cierto son bastante ridículas.
Deprung fue fundado en el año 1416 por un monje llamado Jamyang-choe, fue discípulo de Tsong-Kapa de la orden de los Gelupa. Una de las reliquias del monasterio es una caracola que cuentan que Tsong-Kapa la desenterró y se la entregó a su discípulo, el fundador del monasterio, con el fin de que la hiciese girar en la rueda de la ley.

Dicen que en este monasterio vivieron cerca de ocho mil monjes, nosotros no vimos mas de veinte, nos llamó la atención que en uno de los patios tenían cocinas solares, donde calentaban unas grades teteras.
Visitamos el recinto y la sala de las reliquias, allí había un monje que nos sonreía sin parar con cara de felicidad.
No tuvimos ningún problema en movernos por el edificio, nos llamó la atención las letrinas, situadas en una habitación elevada con unos orificios en el suelo donde hacían sus necesidades, y caían en un bancal sitiado más abajo donde se acumulaban para su posterior utilización como abono.

Estaban restaurando el monasterio por partes, tenían unos trabajos en madera preciosos, los capiteles de las columnas de de los porches de marquetería eran una pasada.
Al terminar la visita estuvimos un rato esperando por si subía algún taxi, pero no tuvimos suerte, así que nos fuimos caminando hacia la parada del autobús, durante la bajada conocimos un monje muy simpático que por señas nos pedía hacerse una foto con nosotros y que se la mandásemos, anotó en mi cuaderno su dirección para que no olvidásemos enviarla, el monje era bajito y con una considerable joroba, aunque no parecía muy mayor, nos despedimos y continuamos bajando hacia la parada del bus.
Al llegar a la parada enseñamos nuestro papel con la dirección, enseguida se armó un pequeño revuelo, todos querían ayudarnos a llegar, nos indicaron el autobús que debíamos tomar y todos estaban pendientes de avisarnos cerca de la parada donde debíamos bajar, al hacerlo todos se despedían de nosotros con un saludo y una gran sonrisa, todo esto sin entender una sola palabra. Durante el viaje en el bus, un viejo lama sentado junto a Toni, estaba encantado con su barba, y cada vez que le tocaba la barba se partía de la risa, Toni accedía a que le tocase la barba otra vez y el lama daba una gran carcajada que nos hacía reír a todos, allí son todos bastante imberbes, y les parecía muy divertido un hombre con barba.

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