Al día siguiente fuimos
a la gasolinera para llenar los depósitos de diesel y los de agua en una fuente
cercana, los grifos de la gasolinera no tenían paro automático y comenzaron a
derramar combustible por el suelo, pero
nadie se preocupaba, pues el precio del diesel al cambio era de tres pesetas el
litro. Nuestro mapa indicaba que había agua y combustible en el paso de Arak,
pero decidimos llenar aquí por seguridad.
Los depósitos de agua
estaban llenos y Emilin, meticuloso como siempre, ponía la dosis de legía que
nos mantendría sin infecciones, aunque nuestra flora intestinal cada día estaba
más resentida.
A unos doscientos
kilómetros de Aïn Salah en medio de una llanura de arena con dos pequeñas
colinas cercanas, había una construcción de adobe donde preparaban té y café,
paramos un rato para estirar las piernas, nos tomamos un café y le pedimos
permiso al dueño para realizar una pintada
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