Durante la cena vino a
visitarnos el jefe del poblado, nos pidió café soluble, y a cambio nos regaló
unas bombillas, pues nuestro generador las fundía con facilidad, tomamos café y
chocolate con el caïd y luego nos fuimos a dormir.
Al día siguiente
retomamos la pista y continuamos hacia Aoulef, la pista se hacía dura, pues los
mojones de señalización no siempre estaban en su sitio, y aunque seguíamos en
la misma dirección nos dábamos cuenta que el poste aparecía a doscientos o
trescientos metros a nuestra derecha o izquierda.
La pista no existía,
habían rodadas en cualquier dirección, lo que nos ponía en alerta y estábamos
muy atentos a la brújula.
Solo una vez tuvimos
que poner el 4x4 del camión para salir de un charco de arena blanda donde nos
hundimos hasta la mitad de la rueda y de donde salimos sin mayor problema.
Lo que mas nos
preocupaba era la navegación, el desierto es como el mar, y aquí perderte era lo
mas sencillo del mundo, no había una pista como tal, y las balizas tampoco
estaban todas, lo que nos producía intranquilidad, pero con un poco de suerte y
mucha atención lo conseguimos, llegamos a Aoulef al medio día, habíamos hecho
135km en menos de cuatro horas, nos faltaban unos 100km para Reggane, la pista
tenía “tole” y algún que otro tramo de arena blanda, pero no estaba mal,
atravesamos un inmenso palmeral y dejamos atrás Aoulef.
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