domingo, 3 de marzo de 2013

En el desierto


Al hacerse de día los primeros en levantarse éramos los del techo del camión, bueno a excepción de Emilín que siempre retozaba un poco antes de levantarse, solo cuando Jesús ponía en marcha el camión, saltaba del interior de su saco de plumas, se sacudía las que tenía pegadas al cuerpo y bajaba a por el desayuno que el capi le tenía preparado.

Hoy hace bastante frio pero nos levantamos para hacer fotos del desierto al amanecer, subimos una duna y nos preparamos, en ese momento unos camioneros allí estacionados, encendieron unas cubiertas viejas para calentarse, y una enorme columna de humo nos fastidiaba el encuadre.

Después del desayuno salimos pitando hacia Aïn Salah, a donde llegamos al medio día, fuimos al puesto de la policía para informarnos sobre la ruta a seguir, pero no conseguimos demasiada información, llenamos los depósitos con el agua salobre del puesto y luego fuimos a la gasolinera para cargar a tope de combustible, no queríamos tener problemas, y salimos hacia el desierto. Nuestra moral estaba baja, pues en la posta de la policía vimos unas fotos que advertían del peligro de la ruta, eran de una familia de italianos medio momificados al sol, se habían perdido al salirse de la ruta
Pensaban que el desierto era un sitio para ir con niños pequeños, se equivocaron y lo pagaron caro.
Solo pudimos llegar al oasis de In Ghar, a solo 77km de Aïn Salah, pero es que nos detuvimos demasiado tiempo en el bosque petrificado, un lugar lleno de grandes troncos de roca diseminados por una amplia zona sobresalían entre la arena.
Al principio nos sabia mal llevarnos algunos trozos de los árboles de piedra, pues pensábamos que si cada persona que venía a ver aquello se llevaba un trozo, el bosque desaparecería, mas tarde vimos que la gente del lugar tapaba los baches de la pista con trozos de aquellos fósiles maravillosos, bueno pensamos que algo se había salvado.
Dormimos en In Ghar, un pequeño oasis con palmeras y una zona de huerta, pero nada parecido a los míticos oasis de los libros de relatos antiguos, aquel tenía luz eléctrica, pues el estado facilitaba a aquellos lugares unos grandes generadores diesel para la comunidad, con el combustible gratis, así pues la paz del oasis se veía alterada por el ruido del motor.

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