Sobre las 15:30,
aparecen tres puntitos entre la niebla que van descendiendo, cuando llegan me
cuentan que no han podido llegar a la cumbre, se quedaron a menos de cien
metros, Juanjo está mal otra vez, y
pudo subir solo, pues el viento en la arista era muy fuerte y hacia
demasiado peligroso intentarlo solo.
Decidimos bajar ese
mismo día, pues Juanjo está francamente mal, se queda sentado bien abrigado
mientras Sebas, Sonja y yo lo recogemos todo para poder descender.
Llegan varios montañeros
alemanes y suizos con un guía boliviano,
Javier, nos pregunta por
la arista y le comentamos que nos retiramos por el viento, nos dice que hicimos
bien, pues es muy peligrosa con el viento tan fuerte. Comenzamos a descender
por el glaciar entre la niebla, menos mal que podemos seguir la huella de los
montañeros recién llegados, de lo contrario sería difícil bajar con la niebla.
Sobre las cinco de la tarde llegamos a la arista de piedra donde el camino se
vuelve más evidente, una hora y media después ya estamos en la presa de Zongo,
el guarda, nos prepara unos platos de fideos, que en realidad son macarrones
caldosos, también le compramos unas coca colas que nos tomamos con avidez, nos
metemos en el saco, el viento vuelve a soplar con fuerza pero aquí nos sentimos
seguros.
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