El cuñao en Berlín.
24 de enero.
5:00h. Jesús entra en la cabaña rápidamente, fuera
estamos a -30ºC, yo propongo esperar a que amanezca para iniciar la subida, el
viento es muy fuerte, durante toda la noche ha soplado con violencia, y la
pequeña cabaña se movía sin parar, en el interior estamos a -19ºC, Jesús se
arma de valor y vuelve a la tienda.
7:00h. Unos ingleses quitan la madera que hace de puerta
y al ver que está ocupado se van.
8:00h. Nos vestimos y comenzamos a preparar el desayuno,
sigue haciendo mucho frio y el viento no para, estamos los cinco dentro de la
cabaña, nos tomamos té y galletas, Jaume sale a mear y le da una patada a la
cocina y se cae el agua que se estaba calentando, rápidamente se congela en el
suelo, recogemos el hielo y lo volvemos a poner en el cazo y seguimos haciendo
agua para la subida.
9:00h. Salimos hacia la cumbre, hoy es el gran día, al
cabo de un rato nos cruzamos con un grupo que se ha dado la vuelta, nos dicen
que está muy mal para subir, nosotros seguimos hasta que perdemos la protección
de la montaña, al iniciar el camino por la arista el viento es insoportable,
Jesús tiene un pie muy frio y yo tengo los dedos de las manos doloridos del
frio, nosotros decidimos dar la vuelta, le digo al cuñao que vuelva el también,
pues ha devuelto otra vez, el quiere seguir un poco más, como Jaume y Sebas
están por delante le dejo seguir a encontrarlos. Una hora después estamos todos
en Berlín, no había forma de continuar, el tiempo nos ha jugado una mala pasada,
hay que bajar, pues no parece que vaya a cambiar.
En 1882, Paul Güssfeldt, fue
el primer europeo que se propuso ascender a la cumbre del monte Aconcagua, hizo
dos intentos y no lo consiguió, estas fueron sus palabras que nos ayudan a
comprender lo que supone esta ascensión:
En montañas de la altura del Aconcagua, se suman las
dificultades normales, otras extrañas, provocadas por la inclemencia del tiempo,
tales como el frio y el viento. Con tales sufrimientos y privaciones, ninguna
fuerza humana es capaz de alcanzar la cumbre. Si al ascender al Aconcagua no
brilla la buena estrella, nunca se llegará a la meta.
A la hora prevista para la llamada por radio, ya
estábamos en Cóndor, y desde allí dimos la triste noticia de la retirada, yo
tenía un nudo en la garganta que no me dejaba hablar. En el campo base se alegraron
de que bajásemos, pues estaban muy preocupados por el mal tiempo que hacía
durante nuestra subida, y que ellos también habían padecido.
Recogemos las cosas de Cóndor y en poco más de dos horas
estábamos en el campo base de Plaza de Mulas. Nos cuentan que en el campo base
el viento había arrancado varias tiendas y ellos lo habían pasado mal. Estamos
quemados, mas moralmente que físicamente, pero no nos queda más que
resignarnos, la montaña es así.
Juanan, Jaume, Sebas y Vicen.
Juanan, Jaume, Sebas y Vicen.
Por la tarde se organizó un pequeño mercadillo de cosas
de montaña, que la gente que se va vende para bajar menos peso, el capitán
quiso vender todo su equipo pues no quería volver nunca más a la montaña, así
sin equipo, no podríamos volver a convencerlo para hacer otro viaje, sacó sus
cosas, y aunque lo vendía barato nadie le compró nada, su destino le ataba a
nosotros.
Jesús y yo en la bajada.
25 de enero.
De buena mañana, el capitán me ha llevado a conocer a un
alemán que toca una especie de tronco hueco, que al parecer utilizan en
Australia, y suena como las trompetas
tibetanas, el capitán intenta hacerlo sonar y no lo consigue, el alemán toma un
trago de cerveza, chupa la embocadura y acto seguido sopla por la tuba y un
sonido ronco resuena por la planicie del campo base.
Empezamos a empaquetar todo nuestro equipo, los petates
se apilan junto a la tienda comedor de Panchito esperando la llegada de las
mulas.
Nuestro amigo japonés no para de hacernos fotos, y cuando
nos abrazamos para despedirnos sus ojos rasgados muestran su emoción.
La bajada fue bastante dura, pues hicimos de un tirón
desde Plaza de Mulas hasta Penitentes, donde está la salida del parque,
entregamos las hojas firmadas por Panchito donde él se hace responsable de
bajar nuestra basura y en una camioneta nos vamos al hotel. Me doy una ducha,
con gran placer, hace doce días que no me he duchado, y al ducharte te quedas
sin fuerzas.
Estábamos cansados, pero dimos buena cuenta de unas
cervezas a precio de oro que tenían en el hotel. El capitán, Sebas, Jaimito y
Panchito se marcharon a comprar carne para el asado, volvieron a las diez de la
noche, el fuego llevaba ardiendo horas, pusieron la carne en la parrilla que
estaba al rojo vivo, como los ojos de nuestros amigos los mercaderes, la cena
comenzó, todos teníamos mucha hambre y sed, y casi sin notarlo las botellas de
vino argentino se iban apilando junto a la mesa, la mujer de Panchito no lo
podía creer, el asado se esfumaba por momentos, y eso que no estaba el notario.
Seguíamos teniendo sed, y el licor no parecía apagarla,
al cabo de un rato me percaté que todo el mundo tenía la cara borrosa, me
levanté y me fui a la cama, solo quería tumbarme un rato, y no me quité ni las
botas.
En Penitentes, de pié, Vicen, Jaimito, el Capitán, Jaume, Juanan y Jesús.
sentados, Toni, Sebas, el Cuñao y Panchito.
Juananto, este mes, el día 23-24 tenemos el encuentro de ladrones en Elche. No creo que esté lejos de tu casa. Vas a venir?
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