Esperando el trasporte en la puerta de nuestra casa en Santiago.
30 de enero
Durante la mañana preparamos el equipo que hemos de
necesitar en Torres del Paine, almorzamos en casa, y a las trece horas,
puntual, tenemos la furgoneta de Javier Fierro en la puerta. Cargamos, y
salimos hacia el Aeropuerto.
El avión que nos lleva a Punta Arenas es un 737 de
la Lan Chile. Nos dan dos veces de comer, aunque una de ellas es ligera. Una
entre Santiago y Puerto Montt, hora y media de vuelo, y
otra entre P. Montt y Punta Arenas, dos horas de
vuelo. Prácticamente, el tiempo que no llevamos puestos los cinturones por
aterrizaje o despegue, lo pasamos con la bandeja de comida delante.
Las condiciones atmosféricas son malas, por lo que
en los dos aterrizajes el avión da unos bandazos y saltos bastante
desagradables, y para algunos, por sus caras y la forma de agarrar los brazos
del asiento, han debido de ser aterradores. Uno de ellos, Manolo, del que
desvelo otra virtud: Su autodominio para vencer el terror que le inspira volar.
Aeropuerto de Punta Arenas.
Llegamos a Punta Arenas lloviendo, y nos alojamos en
un hostal para estudiantes, el Hostal Bulnes, en habitaciones de tres y cuatro
camas y en un adosado con seis literas, que por su reducido tamaño, bautizan
como " casa de muñecas ".
Nos vamos al centro, del que estamos a unos 15
minutos de buen andar, a buscar un sitio donde cenar. Recalamos en un local
donde un cantante, acompañándose de una guitarra, ameniza la cena cantando
boleros y canciones pop. La gente que hay, en su mayoría parejas mayores,
bailan en una pequeña pista.
El Notario le dice al cantante que el también
cantaba algunas de sus canciones en la Tuna. Este le invita a cantar, y para
sorpresa de todos, El Notario acepta. Y guitarra en ristre, después de
presentarse como Juanito el Romántico - mientras Manolo, preocupado por como
pueda tomar la gente aquello, me dice: " Estoy sudando, este nos va a
meter en un lio. "-, canta con bastante sentimiento dos boleros, con tanto
como para que las mujeres sigan la canción a media voz, llevando el ritmo con
la cabeza y con expresiones nostálgicas. Es muy aplaudido, y Manolo respira.
Los aplausos, merecidos, ponen al Notario eufórico y le deben aumentar su
siempre voraz apetito, porque pide y pide platos, y si nos descuidamos nos deja
sin cenar y sin fondos.
Son las dos de la madrugada cuando volvemos a
nuestro alojamiento, en medio de una ligera pero pertinaz lluvia, después de
que El Notario recibiese un cálido aplauso cuando abandonamos el local.
31 de enero
Día de turismo en Punta Arenas, Capital de la Región de
Magallanes, que abarca la parte meridional de la Patagonia, la parte occidental
de la isla de Tierra del Fuego, y los archipiélagos próximos al Sur y al Oeste.
La ciudad está situada en la península de Brunswick, al borde del mar en la
parte central del Estrecho de Magallanes, y frente a la Isla Grande de la
Tierra del Fuego en la otra orilla del Estrecho.
Los primitivos pobladores de estas regiones formaban
dos grupos muy diferenciados según su modo de vida: Unos eran cazadores
terrestres, y los otros cazadores marítimos.
Entre los primeros, los Aónikenk, o antiguos
Patagones, que habitaban desde el rio Santa Cruz, en lo que sería Argentina,
hasta el Estrecho de Magallanes. Y los Sélknam, u Onas, que ocupaban los
bosques del Sur de la Tierra del Fuego.
Entre los segundos, los Kavéskar, pequeños grupos
dispersos que recorrían en sus canoas canales y senos, cazando animales
marinos. Y los Yámanas, situados en las costas del canal Beagle e islas
australes, hasta el Cabo de Hornos.
Todos ellos coexistieron con los primeros
colonizadores con los que apenas tenían contacto. Con el aumento de
éstos y por su acción directa al desplazarlos, o
indirecta, al transmitirles enfermedades contagiosas como la sífilis, o vicios
como el alcohol, sufrieron, a partir de la segunda mitad
del siglo XIX, una gran mortandad que los llevó a la
extinción.
Después de la independencia, el Libertador Bernardo
O`Higgins pide a los gobernantes chilenos que incorporen a la Nación La
Patagonia, la Tierra del Fuego, e incluso las Tierras Polares. El Presidente
Manuel Bulnes, siguiendo las indicaciones de O´Higgins, envía en 1.843 la goleta Ancud, que el 21 de Septiembre
ancla frente a Puerto del Hambre, y los comisionados toman posesión del
Estrecho y territorios adyacentes en nombre de la República de Chile, y en ese
mismo año construyen un pequeño fuerte: Fuerte Bulnes, en el que se asienta una
colonia.
El Gobernador José de los Santos Mardones, en el año
1.848 explora la región, y encuentra más al norte, entre el rio Carbón y la
Punta Arenosa, un lugar abrigado al que traslada la colonia, y bautiza el nuevo
enclave como Punta Arenas. Es el 18 de Diciembre de 1.848.
Al principio fue lugar de destierro para
militares y de deportación para delincuentes comunes, dejando de tener carácter
de proscripción en 1.875. La gran visión de los gobernantes, concediendo
grandes donaciones a los inmigrantes, hizo que aumentase rápidamente la
población, al mismo tiempo que surgían diversas actividades económicas -
agricultura, ganadería, explotaciones forestales, minería aurífera y
carbonífera, caza de animales salvajes, etc.-.
Otro factor de desarrollo importante fue el apoyo
decidido a la cultura. Desde principios del siglo XIX fue obligatoria la
enseñanza primaria, surgiendo importantes Centros de Enseñanza. La gran poetisa
y Premio Nobel, Gabriela Mistral, fue
Directora del Liceo femenino en el año 1.918 y siguientes. En la actualidad,
censo de 1.992, tiene 143.500 habitantes.
Salimos en grupo a conocer esta apasionante ciudad.
Por la Avenida Bulnes, en la que está nuestro alojamiento, nos dirigimos al
centro por esta amplia avenida de varias calzadas en ambas direcciones y una
platabanda central con jardines arbolados y varios monumentos. De estos,
destaca el grupo escultórico El Ovejero, con su caballo, su perro y su "
piño " de ovejas. Llegamos a la Plaza de Armas, poblada de hermosas
coníferas, cedros, y grandes árboles
flanqueando cuatro paseos en diagonal en cuya confluencia está situado el
enorme, pero armonioso monumento a Magallanes. Sobre un gran pedestal en el que
hay una inscripción que reza: JOSE MENENDEZ A HERNANDO DE MAGALLANES - J. Menéndez
fue uno de los pioneros de P. Arenas -, hay recostados cuatro nativos
fueguinos, representantes de los cuatro grupos de primitivos pobladores, y
encima de un segundo pedestal la airosa estatua de Magallanes.
Dice la tradición que besando el dedo gordo del pie
de uno de los Patagones, el nativo Ona, se regresará
a Punta Arenas. Y lo debe besar mucha gente, porque está brillante como si se
le estuviese bruñendo constantemente.
En los aledaños de esta plaza están los edificios
con los Organismos Oficiales, Bancos, Consulados y grandes mansiones con
magníficas araucarias y otros grandes árboles.
A las doce horas vemos izar bandera en un gran
mástil que hay en la misma plaza, con Compañía de Honores y Banda, que después
desfilan en una pequeña parada militar. Acude mucha gente que mira con
curiosidad, pero sobre todo, con un respetuoso silencio.
Manolo y yo nos vamos paseando hasta el Puerto, que
en esencia es un largo y amplio espigón a cuyos costados atracan los buques. En
un costado hay varios de la Armada Chilena. En el otro, mercantes, y entre
ellos, uno factoría, de una empresa española de conservas de pescado. Salimos de las instalaciones y vamos bordeando
edificaciones hasta que encontramos la costa libre, solo el mar y la playa o
roca. Queremos pisar el Estrecho, su orilla, y mojar nuestras manos y pies en
él. Me produce una singular sensación estar en un lugar, que en los recuerdos
de mi niñez, en la Escuela, aprendíamos en
Geografía como algo tan remoto que, con los medios de transporte de entonces,
era prácticamente inalcanzable.
Desde la playa donde estamos, bastante sucia y con
un colector vertiendo en las proximidades, contemplamos un enorme y precioso
trasatlántico que está fondeado en la bahía por no tener el puerto calado
suficiente. Nos enteraremos después por la prensa, que va lleno de turistas que
tenían previsto desembarcar en P. Arenas, y no pudieron hacerlo por el estado
del mar, con gran oleaje.
A la hora de comer, nos reunimos todos en una
céntrica cafetería, Lomi's, donde sirven platos variados. Juanan nos informa de
las gestiones hechas para el transporte al macizo del Paine y otros.
Manolo, El Notario, y yo nos vamos a visitar la Zona
Franca, que está situada al extremo norte de la población. Es muy extensa, con
modernas edificaciones comerciales, aunque hoy, por ser festivo, está casi todo
cerrado. Volvemos al centro en un típico autobús, con un recorrido fijo, en el
que el conductor es a la vez propietario. El recorrido de éste pasa por un barrio muy humilde de pequeñas casitas de madera, muchas
de las cuales están aisladas del suelo sobre pilares de obra. La gente viste
muy sencilla, pero son muy agradables y comunicativos. En nuestro bus viaja la
familia del conductor, que para poder pasar el día de fiesta juntos, acompañan
a su marido y padre mientras trabaja.
Cenamos en un buen restaurante, El Estribo, con un
agradable y atento servicio. Charlando, y planificando el viaje, se nos pasa el
tiempo, y es la una de la madrugada cuando volvemos a nuestro alojamiento.
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