A las siete de la mañana llego a la mítica ciudad de
Potosí, aun no hay mucha luz, hace
bastante frio y estoy molido por el viaje, busco una pensión para dejar las
cosas y tumbarme un rato en una cama.
A las nueve, después de
desayunar me dirijo a visitar la Casa de la Moneda, durante la visita se nota a
la guía una actitud más suave que la que tenían en Perú, donde parecía que les
habían conquistado un día antes. Todas las explicaciones han sido bastante
imparciales, sin querer culparnos de todos sus males pasados y presentes. La
visita comenzó por la sala de juntas, presidida por un retrato de Carlos III y
un gran número de cuadros copiados de otros europeos por artistas nativos.
Después de ver una
amplia muestra de pintura, recuperada de varios lugares, pasamos a visitar la
Casa de la Moneda en sí, las matrices y troqueles de las primeras monedas acuñadas
en la ciudad para enviarlas luego a España. Nos enseñaron todo el proceso de
fabricación, desde el fundido del mineral de plata hasta el resultado final, la
moneda.
Una vez fundida la plata
se hacían lingotes, los cuales iban a una máquina para darle el grosor a la
moneda, unos grandes engranajes movidos por mulas o por esclavos negros hacían
láminas finas que luego pasaban a la acuñación, la cual se realizaban primero a
martillo, y luego con rudimentarias máquinas de madera. También fui a la fundición
y más tarde a un museo donde exponían momias
de niños quechuas y españoles muy bien conservadas, debido al frio y a
la sequedad del ambiente, para finalizar, nos enseñaron la máquina de acuñación
a vapor que funcionó hasta 1953, hoy la moneda boliviana se acuña en España, un
vuelco de la historia aunque con
diferencias.
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