sábado, 23 de enero de 2016

LA PAELLA DEL CAMPO BASE




Manolo y Juan cruzando aguas de deshielo.

Al llegar al campamento, nos contaron la odisea del día anterior, nuestros compañeros, llegaron destrozados y deshidratados, tardaron más de once horas en llegar al campo base, el capitán, que había subido montado en una mula, le dio el mal de altura, al subir demasiado rápido, y se quedo sentado esperando que llegasen los compañeros, pero estos no llegaban, se asustó y pidió ayuda a Felipe Uriarte, que le tranquilizó y le dio algún medicamento para calmarle el dolor de cabeza, y más tarde fue a buscarlos con varias botellas de zumo para que bebiesen. Cuando llegaron montaron las tiendas y cenaron, esa noche todos durmieron de un tirón, excepto Toni y el capitán, pues este se agobiaba un poco con la altura y le faltaba el aire, y le pedía a Toni que encendiese la linterna a cada rato.

Para convencer al capitán para que viniese con nosotros, le contamos algunas mentirijillas, él quería relajarse y pescar, nosotros le contamos que junto al campo base pasaba un rio donde podría ir a pescar después de hacernos la comida, cuando llegó tuvo motivos para asustarse, el campo base está situado en un inmenso caos de piedras, desértico, y donde pararon los arrieros para que bajase de la mula, estaban cargando el cuerpo sin vida de una mujer alemana que había fallecido el día anterior en la montaña. 

  Nuestras tiendas, la cocina y las tiendas comedor, la Vaude era del fotógrafo del Lecturas.

Alpinista coreano, el capitán, Felipe Uriarte y Vicen

 Al poco tempo de llegar, vimos que bajaban de cumbre mi amigo Mari Abrego y Josema Casimiro, con un grupo de la once, estuvimos saludándonos y luego fui a la tienda a dejar las cosas, estuve revisando los vientos de las tiendas en previsión del tiempo.
Compartimos la tienda comedor con Mari, Josema y el grupo de la once, el capitán, ya repuesto, tiene controlada la cocina y a Panchito el cocinero, les hizo limpiar la vajilla y todas las cacerolas y utensilios de la cocina, y como yo le dije al turco que el jefe de la cocina sería el capitán, este ha tomado el mando y están preparando los ingredientes para hacer el menú para los dos grupos mañana.
Esa noche, después de cenar, el capitán estuvo contando su aventura de pesca, en el patíbul, una zona de pesca, cuando estuvieron a punto de naufragar con el barco lleno de agua, los montañeros estaban todos alucinados con el relato del capitán.

El capitán y Jaimito.

Hemos dormido bien, pues el cansancio es el mejor somnífero. Hoy nos hemos dedicado a revisar el material y a ayudar al capitán a preparar la comida, paella para el grupo de Mari y patatas a la riojana para nosotros.
Lo cierto es que fue un espectáculo, la paella más alta del mundo, decían, todos los allí presentes peleando por unos granos de arroz que quedaban al final de la paella, los cámaras de la televisión de navarra, los periodistas de las revistas que cubrían el evento de la once, todos estaban encantados y hambrientos. El día de antes el capitán se percató que un fotógrafo de la revista Lecturas, que tenia la tienda junto a las nuestras, estaba tirado dentro y se encontraba mal, le preparó unos huevos fritos con morcilla que fueron milagrosos y le recuperaron al momento.
Al final el motivo no importa, fue un éxito para el capitán, que desde ese momento se convirtió en un personaje importante en el campo base, del que todos esperaban tener suerte y que les invitase a comer o a cenar.
La celebración de la cumbre de los de la once, continuó hasta tarde, y por poco
terminan con nuestras existencias de güisqui. 

Los datos que pusieron en la revista tienen un error, la paella se hizo en el campo base de Plaza de mulas.

La revista se publicó a los pocos días de la noticia, cuando nosotros aún estábamos en la montaña.

2 comentarios:

  1. Y yo llevé la revista para que todo el cole viera donde estaba mi padre!!! Entre alegría y Pena porque estabas mucho tiempo fuera, recuerdo con cariño esos momentos!!! Sigue papa, sigue contando la gran aventura! 😘

    ResponderEliminar
  2. En Calpe, a los pocos días se agotaron. Un beso

    ResponderEliminar