Sobre las 16 horas volvemos a
Ciudad del Este. Buscamos donde comer y nos encontramos con la sorpresa de que
los restaurantes están cerrados. Nos explican que aquí la gente sale a cenar,
pero no a comer, por lo que cierran al mediodía. En un asadero de pollos, y
sobre unas sucias mesas, nos comemos unos cuantos, acompañados de la única
bebida, cerveza.
Lo que si hay es mate,
infusión típica de estos países, que tomamos en la no menos típica matera, que
pasa de mano en mano, para que sorbamos la infusión, a través de una boquilla
común para todos, que llaman pipa. Es un ritual muy extendido en Paraguay, sur
de Brasil, Uruguay, y Argentina. Si te ofrecen tomarlo, no debes rehusar, ya
que es un signo de amistad, de que te aceptan. A nuestro alrededor hay varias
mesas con grupos de gentes que toman el mate, con el ritual descrito, mientras
charlan y ríen.
Damos un larguísimo paseo
hasta la Zona Franca, cerca del Puente de la Amistad, y esto ya parece una
ciudad, tanto por la abundante edificación como por la entidad de ellos. Los
bajos de los edificios son comerciales, y se advierte una gran actividad, con
gentes de todas las razas. El Capitán aprovecha para negociar unos terrenos.
Manolo dice que volverá diciendo que ha comprado " medio Paraguay ".
Hacemos tiempo deambulando sin
rumbo, y volvemos a las proximidades de la Estación de Buses. En un parque
próximo, nos tumbamos, cansados, bajo la sombra de los arboles, y dormitamos
relajados hasta que al oscurecer, los mosquitos nos desalojan con sus zumbidos
y picotazos.
Manolo y algunos más se van a
ver un partido internacional entre las selecciones de Paraguay y Brasil. El
Campo, junto a la Estación, es peor que los nuestros de regional. Una grada de
cuatro o cinco escalones en un lateral y porterías. El otro lateral es una
cerca de espino por donde "se cuela" la gente, y permite ver desde
fuera el juego en el centro del campo.
Cenamos el mismo sitio que
anoche. Tomo una tortilla con verduras muy buena. Me sorprende que la llamen
con el galicismo ommelette en un país netamente hispano. Supongo es por
snobismo.
Mientras cenamos se acerca una
tormenta impresionante por la frecuencia e intensidad de rayos, relámpagos y
truenos. Cuando se sitúa encima de nosotros, llueve con tal fuerza que el techo
de paja no puede evacuar el agua, que se filtra, produciendo abundantes goteras
que nos obligan a desplazarnos hacia el centro, donde terminamos de cenar como
podemos. Esperamos a que deje de llover, y como la tormenta sigue cercana,
decidimos irnos a la Estación, aunque faltan varias horas para que salga
nuestro bus de vuelta a Asunción. Y acertamos, porque poco después vuelve a
llover. ¡Y de que forma!. Agua y granizo golpean con fuerza sobre el techo
metálico, y hay una parte, donde están varias filas de asientos, en la que cae
el agua como si no existiera aquel, formándose grandes charcos. Los truenos se
suman al estruendo del granizo, haciendo vibrar los cristales, y vemos caer
varios rayos muy cerca.
Nos vamos acomodando en el
suelo en las zonas sin goteras - la zona de butacas es un lago -, dispuestos a
la larga espera. La cafetería no tiene casi nada, y nosotros no tenemos casi
dinero, así que estamos divorciados.
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