Claudio
vino a buscarnos para compartir el taxi para ir al monasterio de
Deprung,
solo nos buscaba por interés, luego se coló en el monasterio sin
pagar, decía que no quería colaborar con el gobierno chino, un
jeta, no volvimos a salir con él era un gorrero, que cuando tenía
diarrea, nosotros le dábamos agua embotellada porque él no tenía,
hasta que nos dimos cuenta que lo que no quería era comprarla, fin
de la experiencia con Claudio.
El
monasterio de Deprung
está a unos cinco kilómetros de Lhasa
hacia el oeste, atravesamos la ciudad por la avenida de Beigin, eje
principal de la ciudad, pasamos por delante del Potala
y junto a unas estatuas doradas que los chinos han colocado en las
rotondas con su particular estilo de exaltación comunista, que por
cierto son bastante ridículas.
Deprung
fue fundado en el año 1416 por un monje llamado Jamyang-choe, fue
discípulo de Tsong-Kapa
de la orden de los Gelupa.
Una de las reliquias del monasterio es una caracola que cuentan que
Tsong-Kapa
la desenterró y se la entregó a su discípulo, el fundador del
monasterio, con el fin de que la hiciese girar en la rueda de la ley.
Dicen
que en este monasterio vivieron cerca de ocho mil monjes, nosotros no
vimos mas de veinte, nos llamó la atención que en uno de los patios
tenían cocinas solares, donde calentaban unas grades teteras.
Visitamos
el recinto y la sala de las reliquias, allí había un monje que nos
sonreía sin parar con cara de felicidad.
No
tuvimos ningún problema en movernos por el edificio, nos llamó la
atención las letrinas, situadas en una habitación elevada con unos
orificios en el suelo donde hacían sus necesidades, y caían en un
bancal sitiado más abajo donde se acumulaban para su posterior
utilización como abono.
Estaban
restaurando el monasterio por partes, tenían unos trabajos en madera
preciosos, los capiteles de las columnas de de los porches de
marquetería eran una pasada.
Al
terminar la visita estuvimos un rato esperando por si subía algún
taxi, pero no tuvimos suerte, así que nos fuimos caminando hacia la
parada del autobús, durante la bajada conocimos un monje muy
simpático que por señas nos pedía hacerse una foto con nosotros y
que se la mandásemos, anotó en mi cuaderno su dirección para que
no olvidásemos enviarla, el monje era bajito y con una considerable
joroba, aunque no parecía muy mayor, nos despedimos y continuamos
bajando hacia la parada del bus.
Al
llegar a la parada enseñamos nuestro papel con la dirección,
enseguida se armó un pequeño revuelo, todos querían ayudarnos a
llegar, nos indicaron el autobús que debíamos tomar y todos estaban
pendientes de avisarnos cerca de la parada donde debíamos bajar, al
hacerlo todos se despedían de nosotros con un saludo y una gran
sonrisa, todo esto sin entender una sola palabra. Durante el viaje en
el bus, un viejo lama sentado junto a Toni, estaba encantado con su
barba, y cada vez que le tocaba la barba se partía de la risa, Toni
accedía a que le tocase la barba otra vez y el lama daba una gran
carcajada que nos hacía reír a todos, allí son todos bastante
imberbes, y les parecía muy divertido un hombre con barba.
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