Al
día siguiente fuimos a ver el monasterio de Sera,
eran impresionantes las largas colas de tibetanos que con suma
paciencia esperaban su turno para entrar a ofrecer sus limosnas y
oraciones, la mayor parte de la gente vestía ropas tradicionales del
Tíbet,
los hombres con las chubas
de larguísimas mangas
atadas a la cintura, las mujeres con sus cabellos trenzados y ropas
de vivos colores, tocadas con un delantal de finas rayas de colores,
algunos llevaban las típicas botas tibetanas, confeccionadas con
fieltro muy duro con gran cantidad de colores.
Al
entrar estaba todo muy oscuro, la única luz del interior era una
gran cantidad de lámparas de manteca de yak que ardían como
ofrendas ante las imágenes que llenaban la gran sala, fuimos
pasando frente a las imágenes llenas de billetes, que nadie recogía,
se notaba por el polvo, el olor a la manteca fundida era muy intenso
y el humo se podía cortar con un cuchillo, la gente murmuraba sus
oraciones y se producía un ambiente de misticismo que envolvía a
todos los presentes.
Salimos
al exterior a escuchar los tambores y los címbalos en un pequeño
jardín junto al monasterio, se está celebrando un acto litúrgico,
preguntamos por señas si podemos entrar y hacer fotos, nos hacen
gestos afirmativos, pasamos y nos colocamos en un rincón para ver la
ceremonia, los lamas se sentaron en filas frente al altar donde se
sitúa el lama principal, cantan una salmodia con una voz gutural
profunda, todos estaban
sentados, con sus gorros de color
amarillo, los monjes tibetanos reían y bromeaban en un ambiente distendido,
luego apareció un personaje que lucía una gran barba blanca postiza
y la cara tiznada del que todos se burlaban. Tras un rato de rezos,
la multitud de fieles se desplaza tras los monjes a una zona junto a
una torre de varios pisos donde se realiza una ofrenda y luego todos
se marchan.
Nosotros
fuimos a ver una rudimentaria imprenta que tenía el monasterio, que
básicamente se dedicaba a reproducir algunos textos y banderas de
oración. El monasterio se fundó en el año 1419 por el monje
Jamchen Chupje Sharka, que fue discípulo de Tsong-Kapa. Al salir del
monasterio de Sera, fuimos hacia el centro de la ciudad, pasamos
frente al edificio del Potala y en la gran explanada que hay a sus
pies, había un mercadillo de chinos que tenían de todo, una joven
tibetana se acercó a Mari para venderle algo, vestía a la usanza
tradicional, con un tocado de turquesas adornaban su cabeza y un sin
fin de trenzas que le llegaban mas abajo de la cintura, debía
soportar un gran peso para lucir todos aquellos adornos.
Joer, qué viajeros estáis hechos!! Y... qué bien os lo pasáis!!
ResponderEliminarQue sigáis disfrutando. Un abrazo Joshemari
Joer, qué viajeros estáis hechos!! Y... qué bien os lo pasáis!!
ResponderEliminarQue sigáis disfrutando. Un abrazo Joshemari