martes, 10 de enero de 2017

LA LARGA NOCHE


El viaje se alarga pues el Toyota es un viejo trasto que de vez en cuando se para, y cuando no se para él, los camiones que cargan leña nos retienen sin compasión, pero no hay mal que por bien no venga, bajamos y estiramos las piernas que siempre nos viene bien, de todos modos aquí el tiempo no significa nada, y para colmo tienen el mismo horario que en Beigin que está a unos cinco mil kilómetros.
Con mucho frio llegamos a Nyalam (Cordu), fuimos al albergue y dejamos todas nuestras cosas en la habitación, y con los plumas puestos nos fuimos a un pequeño restaurante a tomar algo caliente, se llamaba AMDO-TASHI, y su dueño, un simpático tibetano, Tsering. Nos contó que había trabajado en una expedición al Everest, no pudimos aclarar si en la expedición había un español o la expedición era española. Tsering nos preparó unos panes para la cena que estaban muy buenos, también me enseñó algunas palabras en tibetano que yo anoté de forma fonética para poder utilizarlas durante el viaje, ya que nuestro conductor Tsonam no parecía hablar otra cosa que tibetano. A la salida del  restaurante de Tsering, unos niños se prestaron a hacernos una foto a los cuatro juntos, uno de ellos tan solo se vestía con un chándal de algodón, nosotros con el anorak de plumas teníamos cierta sensación de frio, pero ellos no parecían afectados. Dejamos encargado el desayuno para la mañana siguiente y con el pan calentito nos fuimos a cenar a la habitación.




La noche fue muy larga, Mari tenía palpitaciones, dolor de cabeza y mareos, no dejaba de llorar, estaba sufriendo el mal de altura, un gran malestar que hasta que no lo sufres, no te puedes imaginar lo duro que es. No dormimos casi nada, yo me planteaba volver al día siguiente hacia Kathmandú, pues había un minibús que viajaban en sentido contrario cuyos ocupantes también dormían junto a nosotros, pues cuanto mas nos adentrásemos en la meseta tibetana, mas difícil sería volver.

El mal de altura se produce por subir a cotas elevadas sin que tu cuerpo tenga tiempo de aclimatarse a esa altitud, al viajar nosotros en coche era más fácil que se produjese este contratiempo, que solo se evita subiendo más lento o bajando de  altitud.

Durante la noche, Mari sufrió los dolores de cabeza, bebió líquido, tomó aspirinas y su cuerpo se fue adaptando a esa altura, si no hubiese mejorado tendríamos que haber dado la vuelta. Al día siguiente Mari se encontraba bastante mejor, y tiene ánimo para seguir,
 esperamos un buen rato a que abriesen la puerta de entrada para poder ir a desayunar al restaurante de Tsering, son las ocho de la mañana y está empezando a clarear, hace un frío tremendo, dentro del restaurante se está bien calentitos, y mientras desayunamos intentamos entendernos con la gente y con un poco de voluntad, gestos y dibujos lo vamos logrando.


Tsonam no aparece, son casi las diez, nos hemos comido todas las tortitas y hemos bebido varios tes tibetanos y nada no aparece, el otro conductor estaba allí antes de llegar nosotros, al parecer él también espera a Tsonam.

El té tibetano se prepara con té, sal mantequilla de yac y agua, se bate bien y se sirve muy caliente. Esta bebida es ideal para el entorno donde nos encontramos, pues aquí necesitas liquido, calorías y sales, pues te deshidratas con mucha facilidad.

Tsonam aparece y sin pestañear se toma su desayuno como si nada, aquí el tiempo tiene otra dimensión, luego se pelea un rato con el Toyota para que arranque, nosotros dentro pelados de frío, por fin arranca, pero…..tenemos que poner combustible.
Hace tanto frio en este lugar que los depósitos de combustible están en el interior de una casa, desde donde sacan una manguera para llenar el depósito y que no se congele.

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