El
viaje se alarga pues el Toyota es un viejo trasto que de vez en cuando se para,
y cuando no se para él, los camiones que cargan leña nos retienen sin compasión,
pero no hay mal que por bien no venga, bajamos y estiramos las piernas que
siempre nos viene bien, de todos modos aquí el tiempo no significa nada, y para
colmo tienen el mismo horario que en Beigin que está a unos cinco mil
kilómetros.
Con
mucho frio llegamos a Nyalam (Cordu), fuimos al albergue y
dejamos todas nuestras cosas en la habitación, y con los plumas puestos nos
fuimos a un pequeño restaurante a tomar algo caliente, se llamaba AMDO-TASHI,
y su dueño, un simpático tibetano, Tsering. Nos contó que había
trabajado en una expedición al Everest, no pudimos aclarar si en la expedición
había un español o la expedición era española. Tsering nos preparó unos
panes para la cena que estaban muy buenos, también me enseñó algunas palabras
en tibetano que yo anoté de forma fonética para poder utilizarlas durante el
viaje, ya que nuestro conductor Tsonam no parecía hablar otra cosa que
tibetano. A la salida del restaurante de
Tsering, unos niños se prestaron a hacernos una foto a los cuatro juntos,
uno de ellos tan solo se vestía con un chándal de algodón, nosotros con el
anorak de plumas teníamos cierta sensación de frio, pero ellos no parecían
afectados. Dejamos encargado el desayuno para la mañana siguiente y con el pan
calentito nos fuimos a cenar a la habitación.
La
noche fue muy larga, Mari tenía palpitaciones, dolor de cabeza y mareos, no
dejaba de llorar, estaba sufriendo el mal de altura, un gran malestar que hasta
que no lo sufres, no te puedes imaginar lo duro que es. No dormimos casi nada,
yo me planteaba volver al día siguiente hacia Kathmandú, pues había un minibús
que viajaban en sentido contrario cuyos ocupantes también dormían junto a
nosotros, pues cuanto mas nos adentrásemos en la meseta tibetana, mas difícil
sería volver.
El mal de altura se produce por subir a cotas elevadas
sin que tu cuerpo tenga tiempo de aclimatarse a esa altitud, al viajar nosotros
en coche era más fácil que se produjese este contratiempo, que solo se evita
subiendo más lento o bajando de altitud.
Durante la noche, Mari sufrió los dolores de cabeza,
bebió líquido, tomó aspirinas y su cuerpo se fue adaptando a esa altura, si no
hubiese mejorado tendríamos que haber dado la vuelta. Al día siguiente Mari se
encontraba bastante mejor, y tiene ánimo para seguir,
esperamos
un buen rato a que abriesen la puerta de entrada para poder ir a desayunar al
restaurante de Tsering, son las ocho de la mañana y está empezando a
clarear, hace un frío tremendo, dentro del restaurante se está bien calentitos,
y mientras desayunamos intentamos entendernos con la gente y con un poco de
voluntad, gestos y dibujos lo vamos logrando.
Tsonam
no aparece, son casi las diez, nos hemos comido todas las tortitas y hemos
bebido varios tes tibetanos y nada no aparece, el otro conductor estaba allí
antes de llegar nosotros, al parecer él también espera a Tsonam.
El té tibetano se prepara con té, sal mantequilla de yac
y agua, se bate bien y se sirve muy caliente. Esta bebida es ideal para el
entorno donde nos encontramos, pues aquí necesitas liquido, calorías y sales,
pues te deshidratas con mucha facilidad.
Tsonam
aparece y sin pestañear se toma su desayuno como si nada, aquí el tiempo tiene
otra dimensión, luego se pelea un rato con el Toyota para que arranque,
nosotros dentro pelados de frío, por fin arranca, pero…..tenemos que poner
combustible.
Hace
tanto frio en este lugar que los depósitos de combustible están en el interior
de una casa, desde donde sacan una manguera para llenar el depósito y que no se
congele.
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